Desde mis primeros años, los desafíos y los negocios fueron mi pasión. A los 10 años, convencí a mis vecinas para hacer y vender alfajores de maicena en mi barrio. Durante las festividades, compraba fuegos artificiales al por mayor y los vendía en la puerta de la escuela. Sin embargo, la adolescencia me llevó por un camino oscuro, luchando contra las drogas y una vida nocturna que me hizo perder el rumbo.

Incluso dejé el liceo en el último año y estuve al borde de perder la vida.

Fue a los 18 años, mientras trabajaba en un call center, cuando recibí un elogio que cambió mi perspectiva. Una supervisora me dijo: "Mathías, eres muy bueno vendiendo". En ese momento, recordé que la venta siempre había sido parte de mí, y me apasionaba. Comencé a formarme en ventas, lo que me llevó al desarrollo personal y al autoconocimiento. Descubrí cómo sanar las heridas del pasado y encontrar armonía en todas las áreas de mi vida.

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A lo largo de los años, trabajé en varias empresas reconocidas en Uruguay, y siempre destacaba. A pesar de la experiencia y contactos de mis compañeros, siempre terminaba en el primer lugar del grupo de vendedores. Este éxito me otorgó respeto en el medio y la oportunidad de ganar por encima de la media. Mi motivación siempre fue la libertad financiera, por lo que invertí todo lo que gané en activos, como inmuebles y empresas.

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Hoy, a mis 27 años, disfruto de cuatro fuentes de ingresos pasivos. Todo esto gracias a mi dedicación y pasión por convertirme en un vendedor profesional.